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Calpe sabe a mar: una travesía por su gastronomía

Una cocina que crece entre redes, calas y huertas. En Calpe, la gastronomía no es solo lo que se come, sino también lo que se respira. Los aromas a sal, a leña, a pescado recién traído del puerto conviven con las huellas de la cocina tradicional marinera y el pulso creativo de una generación joven que no olvida de dónde viene. Aquí no hay prisa: solo ganas de sentarse, mirar al mar y dejar que el sabor haga lo suyo.

El pescado no se congela: se canta en lonja

En la lonja de Calpe, cada tarde se subastan las capturas del día: pescado azul, doradas, lubinas, pulpos, cigalas, gambas rojas… Cada jornada es distinta, como el propio mar. Esta cercanía entre puerto y plato explica por qué en Calpe el pescado sabe distinto. No hay nada que viaje más fresco que lo que se cocina aquí.

  • Cruet de peix: un guiso de pescado, patata y tomate hecho sin florituras.
  • Caldero: arroz marinero cocinado con caldo de roca, intenso y oscuro como el fondo del Mediterráneo.
  • Sepionet o pulpo a la brasa: el sabor de la costa sobre el fuego.

La cocina también es de secano

Aunque el mar marca el ritmo, la huerta alicantina también tiene voz en Calpe. Aceite de oliva de la Marina Alta, almendras tostadas, uva moscatel, vino local… La cocina alteana se cruza con la de Benissa y Teulada, y aparecen guisos suaves, postres de horno, licores caseros y embutidos que sorprenden.

  • Olleta alicantina
  • Arroz al horno con costra
  • Cocas saladas con tomate seco y hierbas del monte

Comer mirando al mar no es lo mismo

Una de las cosas más placenteras de Calpe es su capacidad de convertir la comida en paisaje. Hay pocos lugares donde el Mediterráneo esté tan presente en la mesa: no solo por lo que se come, sino por lo que se ve mientras se come. Aquí, el Peñón de Ifach no solo es fondo de foto, es parte del ritual.

Sentarse frente al mar —ya sea en el puerto, en una cala o tras un día de navegación— tiene algo de regreso a lo esencial. No hace falta mucho más: un plato honesto, una copa fría, la brisa en la cara.

Tradición, sencillez y tiempo: los tres ingredientes que nunca fallan

La gastronomía de Calpe no necesita adornos. Vive del respeto a sus raíces, del mar que alimenta y de las manos que cocinan sin manual. Es un estilo de vida más que un menú, una forma de entender el lugar a través de sus sabores. Comer aquí no es una pausa: es una forma de seguir navegando, pero con los pies en tierra.

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